Navidad en Santa Cruz

Ofelia, mi abuela, había engordado un chancho todo el año para la cena navideña. Se prometió chicharrón, escabeche y asadito vallegrandino. Ayer, en la cena, sólo había pollo al horno. ¿y el chancho? pregunataron todos, la respuesta de mi tía fue: sigue vivo!Nadie preguntó… a mi me tocó sentarme a su lado, y durante toda la cena me contó las anécdotas de «Chico», el chancho. «Es tan educado», me dijo.  Me parece que al chanchito no lo sacrifican, ni para el Día de las madres. En fin… la caipirinha de los primos estaba buenísima.

Santa Cruz… sos mi lugar, mi hogera, sos mi sol, mi eterna primavera… la maravilla de volver, de sentirse en casa, de sentirte parte de algo, cerca, querida… Es una cosa que no tiene precio. Ver a los amigos, el abrazo honesto, la sonrisa  que sin decirte nada te dice «qué bueno verte, Vero… se te echa de menos»… el ponerse al día con las cosas de la gente que querés… compartir alegrías… es bello, es lo que amo de volver.

Hace calor, hace un calor de mierda, me acuerdo de colegio, de los diciembres sofocantes, de las 3 duchas frías al día porque sino no sos nadie…

Hay cosas que me son imprescindibles  (a parte de mi hija y mi padre) cuando vuelvo:  empanadas de maíz, sonzo, somó, un buen refresco Cabrera (de lo que sea), jugo de coco, una Toby, un pollo Jardín y mi amigo del alma Sebas. Ya tuve todo, en muy buenas dosis, ahora puedo irme y  estar.

Feliz Navidad a Todos.